Feydeau es una isla en la ciudad. El barrio defendía esa insularidad con orgullo antes de ser unido a la ciudad y a la isla Gloriette. A pesar de todo, sigue conservando características de islote urbano gracias a su arquitectura del siglo XVIII tan bien conservada.
Aunque Feydeau haya dejado de ser una isla desde que se rellenaron los brazos del Loira entre 1926 y 1946, sigue respirándose una atmósfera especial que diferencia este barrio de todos los demás. Unos pasos, un paseo o unas rondas sobre los adoquines de la principal arteria de la isla, la rue Kervégan, lo confirman. Esta extraña sensación de estar en un lugar apartado se reproduce en todos los intersticios de Feydeau, a pesar de la cercanía del bullicio continuo del centro de la ciudad. Restaurantes, bares, comercios y habitantes del barrio incluso lo llaman “pueblo Feydeau”. Con los primeros rayos de sol, todo invita a tumbarse en sus parterres.
A pesar de su atmósfera atemporal de pueblo, el barrio tiene una historia muy vinculada a la trata atlántica. Los imponentes edificios recuerdan la vida opulenta de los armadores del comercio marítimo en el siglo XVIII. Estas residencias ilustran con su fastuosidad la dimensión del pasado comercial de Nantes. Entre los siglos XVI y XIX, Nantes dispuso de dos grandes fuentes de riqueza: África y América. Los navíos construidos aquí aseguraron las expediciones entre Nantes, la costa de Guinea y las Antillas. Feydeau es un barrio para recorrerlo con la vista mira.